Leyes del veganismo

La nutrición correcta debe constituir la base de una nueva construcción cultural, una cultura humana superior. La clave para lograrlo está en la elección de los medios adecuados de satisfacción de nuestras necesidades vitales. El objetivo es simple: utilizar y gastar una cantidad pequeña de energía mientras se alcanza un alto nivel de bienestar.

Cada cultura tiene su origen en la dedicación colectiva por conseguir una alimentación común. La historia nos muestra que, tras la extinción de los grandes mamíferos de las praderas americanas, fueron las mujeres quienes enseñaron a los hombres el arte de la agricultura. Descubrieron y cultivaron pequeñas semillas de pasturas envueltas en sus hojas verdes y transformaron estos recursos en los pilares de la alimentación humana. El trigo en Europa, la avena en las frías estepas, los amarantos en América, el maíz, la quinoa, el sorgo en África, el ajonjolí y el arroz asiático, todos fueron obsequios de Ceres, la diosa griega de la agricultura.

Cada tribu desarrolló conocimientos sobre la recolección y el procesamiento de estas semillas. Sabían que al ponerlas sobre piedras calientes y combinarlas con el germen y las levaduras naturales, podían formar pan. Estas semillas provienen de hierbas de diversas familias botánicas, principalmente gramíneas, y representan la base de la alimentación de muchas civilizaciones.

Si vivimos en América, en la tierra del Popol Vuh, debemos reconocer el valor nutricional del maíz y el amaranto, alimento de los astronautas de la NASA. Su cultivo es sencillo y puede ser la base de nuestra alimentación junto a los frutos que nos ofrece la naturaleza diariamente.

El ideal nutricional que propongo consiste en una dieta compuesta por un 65% de maíz, amaranto y quizás arroz o trigo, un 15% de verduras de hojas verdes oscuras y el 20% restante compuesto por raíces, frutas y algunas legumbres pequeñas. La cantidad mínima recomendada por persona es de una libra de alimentos al día, con excepciones para los niños, quienes requieren mayor cantidad de energía debido a su actividad física constante.

Esta es la base de una alimentación eficiente y sostenible, la que puede marcar el inicio de una nueva cultura humana que valore los recursos naturales, optimice su consumo y garantice el bienestar de las futuras generaciones.

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